viernes, enero 11, 2008

Bibliotecas especializadas en energía en Chile.


En que se cuenta la triste historia de dos de ellas.

La Comisión Nacional de Energía (CNE) tenía una biblioteca que funcionaba en sus oficinas de Teatinos 120.

En alguna oportunidad la consultamos y cuando quisimos hacerlo de nuevo, hace unos cinco años atrás, nos dijeron que ya no estaba y que había sido cedida en comodato a la Dirección de Presupuesto (¿?) del Ministerio de Hacienda. Nos pareció una decisión lógica. Si la mejor política energética era no tener ninguna, ya que lo que sucediera con la energía lo determinaba el mercado con su maravillosa y misteriosa sabiduría para qué tener una biblioteca sobre energía. De todas maneras concurrimos a consultar la biblioteca, la que estaba y está en el primer piso de Teatinos 120 entrando a la mano de izquierda. Nos confirmaron que ellos eran efectivamente los guardadores y que podíamos consultarla. Para saber de la salud de ella (la biblioteca) preguntamos dónde podíamos ver los últimos libros y revistas recibidos. Nos dijeron que nunca había sido actualizada y que estaba tal como cuando la recibieron. Se había fosilizado.

La otra biblioteca especializada era la que tenía ENAP. Existía desde siempre. Creemos que nació junto con ENAP.

La consultamos muchas veces en el antiguo edificio de ENAP en Ahumada 341. Recordamos haber revisado las voluminosas colecciones de
Oil & Gas Journal, en unos pesado estantes móviles. Tenía no sólo los últimos libros sobre petróleo y gas sino que además estaba muy bien dotada de libros de administración y gestión. Había una persona en particular que se preocupaba de alimentarla de nuevos libros: el Gerente General Juan Pedrals. Tenía Pedrals la costumbre, desde sus tiempos de Administrador de ENAP en Tierra del Fuego, de leer 3 o 4 libros a la semana. Cómo no iba a estar bien dotada la biblioteca de ENAP, Santiago. De ello también saben quienes ocuparon el puesto de representantes de ENAP en Nueva York por los pedidos de libros que les hacía el Gerente General.

Al igual que en el caso de la biblioteca de la CNE, cuando quisimos consultarla unos cinco años atrás, nos dijeron que ya no existía y que los libros estaban encajonados en el sótano del nuevo edificio. Parece ser que al cambiarse nadie previó un espacio para la Biblioteca.

Ahora que tanto se habla de la importancia de la innovación, de la investigación y que el conocimiento sobre energía ha tomado tanta importancia en todo el mundo, ¿no será el momento de revivir las bibliotecas de la CNE y de ENAP? Para el 2008 a la CNE se le triplicó el presupuesto y ya se creó un Departamento de Estudios. En cuanto a ENAP, ya que los estudios que rutinariamente realiza en exploración y desarrollo de yacimientos son por su naturaleza de alto costo, no debiera haber problema en financiar una biblioteca. Bastaría el decidirse a hacerlo. Y podría llamarse Biblioteca Juan Pedrals.

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