Cuando ya se acerca el fin de la primera década del Siglo XXI, existe un consenso internacional que reconoce que el petróleo fácil y barato se ha terminado. A esto se agrega el hecho de que las reservas se encuentran en lugares políticamente inestables (el 60 % de las reservas mundiales de petróleo están en Medio Oriente y un cartel, la OPEP, controla el 70 % de ellas). Además, dado que la crisis financiera ha impedido hacer las inversiones requeridas, existen serias dudas respecto a si al recuperarse la economía habrá suficiente oferta para sostener el aumento de la demanda de petróleo.
En los últimos meses se ha observado un peligroso encadenamiento entre el precio del petróleo y los índices bursátiles. Tan pronto el aumento del Dow Jones u notro indicador bursátil marca un atisbo de recuperación de la economía y se produce, en consecuencia, un aumento de la demanda, el precio del crudo comienza a subir. Por el contrario, cuando los índices bursátiles caen indicando desaceleración económica y baja en la demanda de petróleo, el precio del petróleo cae. Mientras se desarrollaba la crisis de la economía griega el petróleo llegó a valores del orden de los US$60 el barril. Bastó que la economía iniciara una recuperación para que este valor llegara a los US$ 82.
Todo indica que una recuperación firme de la economía irá ligada al alza y la volatilidad de los precios. Es importante enfatizar que el problema mayor no radica en el alza en sí misma, sino en la inestabilidad de los precios ya que ésta impide que exista un clima adecuado para hacer las inversiones que la industria del petróleo requiere. El origen de esto parece estar en la falta de holgura del mercado proveedor. Aparentemente no existe un excedente en la capacidad de producción que permita mantener los precios estables.
Por todo lo anterior, una recuperación firme de la economía se ve amenazada por un alza del petróleo y consecuentemente de sus derivados, que son los que mueven la economía actual. El transporte, elemento clave en la economía globalizada, depende a nivel mundial, en un 90 %, de los derivados del petróleo. Para Chile este valor es de 98 %.
Resulta evidente que se ha vuelto urgente terminar con la extrema dependencia de los hidrocarburos, proceso que no es fácil ni rápido de hacer.
Junto con comenzar a aplicar medidas que nos permitan disminuir nuestra dependencia debemos buscar la forma de asegurar el suministro de petróleo a precios estables. Para esto, una de las medidas recomendables es potenciar SIPETROL, filial internacional de ENAP. Esta actualmente produce petróleo explotando yacimientos en Argentina, Ecuador y Egipto.
Existen coyunturas de mercado que SIPETROL podría aprovechar para aumentar su producción. Una de ellas es asociarse con PETROBRAS en la explotación de áreas que la empresa brasilera está dejando de lado para concentrarse en la explotación de los gigantes yacimientos costa afuera del presal. También podría intensificar sus trabajos en Ecuador o en otros lugares del mundo.
SIPETROL tiene una importante ventaja comparativa respecto de las petroleras privadas internacionales: por ser del Estado chileno puede establecer lazos a nivel de gobierno con países como Brasil y Ecuador, en un sector estratégico para cualquier nación.
En todos estos emprendimientos SIPETROL podría compartir el riesgo, inherente a la explotación petrolera, asociándose con privados chilenos o extranjeros.
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